El blog de 道


La manta

En el metro, de vuelta de la clase de sumi-e tras la jornada laboral, ya algo cansado, ligeramente pegajoso, música en los oidos, suena Antistar. Me encanta.

Mucha gente, muchos turistas, un ambiente cargado lleno de desconocidos apretándose contra ti, un lugar en el que ningún animal puede sentirse a gusto respirando. Incomodidad.

Pero la ausencia atenta vuelve con fuerza, quizá por la música. Entonces esa atención depurada, estable, inamovible, tan fina que es más ausencia que presencia, lo envuelve todo, pensamiento, sentimiento, intención, visión, oido, tacto, calor, energía. Todo diferente, legión, pero todo patente, nada inconsciente.

A ratos los ojos se cierran y desaparece el universo sumergido en la música.

Pero a ratos miras alrededor y un pensamiento en tu mente dice «mira, la manta», un chiste privado. Y miro y veo de nuevo La Manta. Lo visto es a la vez totalmente vivo y profundo, brillante y claro, pero sin distancia. Miro una niña y es mi inocencia, a un personaje rudo y es mi rudeza, a una anciana y es mi vejez, miro a un perro algo asustado y es mi indefensión y mis miedos. Todo intimamente propio. Dentro, fuera, mio, tuyo, yo, otro, bueno, malo, simple, complicado, fuerte, débil, bello, feo. Nada deja de ser mío, oh, digo mal, no es mío, no es ajeno, no soy yo, no soy todo, no soy nada tampoco ¿cómo podría? ¿no son todas esas, finalmente frases sin sentido? Es La Manta, porque somos La Manta, porque no somos La Manta. Y me hace sonreir esa estúpida broma privada. Y ahora…

Es mi parada.

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Feliz dia de letras y flores




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