Otro regalo de Diego/Dídac. ❤
Mi gata a un lado, el mar enfrente. Meditación de no acción… no control, no necesidad de saber, no necesidad, no saber… Desaparece mi gata, desaparece el “mi”, desaparece el mar, desaparece “un lado”, desaparece “enfrente”. Desaparecen sujetos, objetos, adjetivos y adverbios. Disolución en las mil cosas. Dogen.
Comprensión. Intuición. Fusión. Co-emergencia…..¿Pensamientos? ¿Ruidos de coches? ¿Vecinos tras paredes que no aíslan? ¿Gozo?…..todo queda unificado dentro de su contingencia, procesión de fenómenos hijos de una miríada de causas y condiciones. Mi identidad, una aporía. La frontera marcada por la piel queda invadida y eliminada por la visión clara. Meditación. Post-meditación. ¿Meditación? ¿Post-meditación?. Mi gata a un lado, el mar enfrente….y una media sonrisa compasiva y omni-abarcante.
Construimos cárceles de conocimiento relativo y limitado buscando seguridad para aislarnos del misterio que somos. Mendigamos control a cambio de perder el frescor de lo siempre nuevo. El miedo a la libertad de Fromm: me entrego al tirano, cual dócil marioneta, antes que vivir con el corazón abierto y desposarme con la desnuda incertidumbre. ́
No puedo evitar envejecer, enfermar o morir, es mi naturaleza. Algún día todo lo que amo desaparecerá. Mi vida, escribir un poema sobre la superficie del mar.
Sólo este momento es mi posesión, el suelo que piso, la matriz de la que broto.
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Donde lo individual toca lo universal
sin ser ninguno de ellos.
No el hogar del Buddha sino el propio campo búdico.
No el hogar del Jnani, sino el Jnani mismo.
El sabio no es que viva en
el horizonte de sucesos.
Sino que es
el horizonte de sucesos.
En un extremo la persona,
en el otro lo absoluto.
Recorrer ese camino entre extremos
es espiritualidad.
En un lado lo manifestado
en el otro su origen.
Recorrer ese camino entre extremos
es trascendencia.
El jnani ve lo manifestado
allí, tan lejos, tan onírico…
Cómo una perla brillante en la distancia.
Y siente la atracción de lo absoluto
con la fuerza de un agujero negro
infinitamente dichoso
pero en el que nada puede ser.
En esa singularidad, en tierra de nadie,
el tiempo ni existe ni no existe
el espacio ni existe ni no existe.
Da un paso más allá del horizonte de sucesos
y desaparecerás.
Da un paso alejándote
y eres samsara.
Entre ellos la eterna y continua
disolución de la individualidad.
Sin desaparecer nunca del todo.
Eternamente llegando al límite
como eternamente cayendo, pero sin tiempo
y sin moverse en absoluto.
El último aliento
de la existencia
congelado eternamente.
Y sin embargo vivo.
Es la vida
en el horizonte
de sucesos.
Es la vida
en el filo
de un cuchillo.
Bajo del vagón y me dirijo al trabajo mientras termino de escuchar la canción en el ipod.
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Hace unos diez años escribí esto:
Marvin es una princesa.
Y eso a pesar del nombre. Y es que Marvin era un gato, hasta que visitamos el veterinario y nos dijo que no, que era una princesa.
De pequeños es fácil confundirse en eso.
Marvin es de padres desconocidos. Nació hace un par de años en Cervelló, en el jardín de unos amigos. La encontraron, aún con el cordón umbilical y la acogieron.
Era como una ratita que no paraba de berrear. Necesitaba padres y cariño, así que la adoptamos.
Marvin vivió su primer año de vida con Passarell. Quiero creer que ayudó a hacer más entretenidos sus últimos días. Aunque él, tranquilo y torpón se la miraba como a un marciano y se sacudía con afectación de marqués sus abrazos y juegos.
Porque Marvin no es como Passarell ni como el loco Horatio. Cada ser es único y diferente.
Marvin es tranquila y felina, silenciosa, altiva y solitaria. Come poco y siempre está en los huesos, tiene un tipito de modelo de pasarela, el que corresponde a una princesa.
Le encanta beber de cualquier lugar siempre que no sea su bol de agua. Si te lavas las manos, viene a beber. Cuando acabas en la ducha viene a beber. Del agua que queda en los platos por lavar, bebe. ¡Incluso ha bebido infusiones de mi taza!
No le gusta que la abraces y nunca la oí ronrronear.
Dice una leyenda sin confirmar (difundida por Marta) que si pones el oído tocando a su cabecita y la acaricias, a veces, sólo a veces, puedes oir muy débil un lejano runrun, que quizá ni existe, pero hace ilusión pensar que sí, que es feliz en esos momentos.
Si la coges y abrazas, mira hacia otro lado y aguanta estoicamente apenas unos segundos. Luego empuja con sus patitas para que la dejes. Si la besas, pone cara de “que paciencia hay que tener con los padres” y estira el cuello para huir.
Eso sí, nunca correría el riesgo de dejar que pensases que no te aprecia. Por eso, cuando llegas a casa se restriega contra tus piernas y te sigue allá donde vayas durante los primeros minutos. La cabeza bien alta, como mirándote con adoración.
Si estás en la sala, ella duerme en el sillón. Si vas a la cama, descansa a tus pies. Su silenciosa compañía es su forma de decirte que te quiere.
A veces, cuando Horatio se tumba con nosotros y ronrronea ruidosamente mientras le hacemos caricias, ella mira. Mira con una mezcla de envidia y sorpresa, como si también quisiera pero no supiera como.
Odia que Horatio intente abrazarla y saltarle encima. Suena a justicía divina pues es lo que ella hacía a Passarell.
A veces, cuando duerme, sueña.
Sí, los gatos sueñan.
Y no sé con qué exactamente, pero a veces en sueños mueve la boquita y hace ruiditos, como si mamara. Y pienso que sueña que es pequeña y nunca ha perdido a su madre.
Así es nuestra princesa melancólica.
Como el humo perfumado del incienso, liviano y maravilloso, se eleva hoy el alma de Marvin al cielo de los seres puros y sin voz.
Puedan todos los seres ser felices.
Marvin alcanzó su cuerpo de arco-iris este 13 de Octubre de 2.017