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Preguntaron en forobudismo y aunque no suelo comentar este tipo de cuestiones, dejo aquí el mismo texto arreglado por si es de utilidad o motivación para alguien:
Mi práctica actual es primordialmente «solo estar/ser».
En función del dia varía entre 1 sentada o 5 (en festivos), raramente más, raramente ninguna, varía según el tiempo libre disponible, pues soy un empleado como todos, no un monje. Pero la media deben ser 2 o 3. Que nadie piense que vivo meditando, a veces son meditaciones de 10 minutos, otras de 30, muy raramente de más de 45…
¿Sensaciones durante la práctica? Es difícil de explicar, cuando se entra muy profundamente en el reino de lo sin-forma, es muy complicado transmitir… por eso hay tan pocas descripciones.
Algunas existentes como de los jhanas sin-forma, pueden dar una idea, pero son generalidades… no dan idea demasiado clara. Y yo tampoco voy a poder hacerlo.
En un estado de samadhi no estás ni aquí ni allí, no hay espacio y solo hay ahora, no hay tiempo, normalmente el bienestar es notable pero no es imprescindible, pues ir desde estar «normal» a tener que parar por el exceso de «gozo», depende de muchos factores, pero es irrelevante, se debe estar más allá de ello igual que debe estarse más allá de todo apego o rechazo. No por ocurrir en meditación son «más nobles», los placeres…
Tampoco hay «tú» porque para que existas necesitas tiempo (no tanto espacio), y en todo caso ese «tú» no tendría demasiado que ver con el «tú» habitual, no tiene nada que ver con el intelecto y no tiene centro ni nucleo.
En referencia a lo que llamamos «yo» o donde recae nuestra identidad, existen al menos dos transformaciones que pueden ocurrir (aunque seguramente han de llegar más) y que serán estables y sin esfuerzo durante todo el día… no solo en meditación.
La primera, ese despertar o satori o kensho definitivo o lo que quieras llamarlo te sitúa más allá de tu pensamiento intelectual. Pero todavía eres un «algo», un centro que observa el mundo y el ir y venir de los pensamientos.
La segunda deshace ese centro ilusorio y ya no se recrea, ni reconstruye un observador concreto, simplemente eres, sin centro. Lo más parecido que queda al «observador» sería la atención pero puede estar o no estar. Simplemente eres lo que eres, es compuesto e impermanente y es indescriptible. Quizá se podría relacionar estar situación con la descripción del tercer yoga Mahamudra un-sabor, one-taste, pero todas las descripciones son necesariamente ambigüas y es difícil ser categórico.
Todo es mente y todo es parte de ti y tu no eres nada concreto, sino el global. Todo tiene el mismo sabor… No es más aflictivo un pensamiento intelectual que el ruido de una moto en la calle.
Si tu práctica es «solo ser/estar», pueden haber pensamientos o no haberlos, pues tras esas realizaciones es irrelevante, tu profundización va a ser la misma porque «estás más allá de ellos», molestan igual o menos que el ruido de fondo. La aparición de más o menos pensamientos dependerá sobretodo de tu nivel de excitación durante el dia (por ejemplo el té ) o de temas «intelectuales» pendientes por resolver pero ya te digo, es irrelevante.
También puedes decidir que hoy no quieres pensamientos presentes y con un toque de atención dejarán de estar, pero la situación siempre será algo más forzada, ligeramente más concentrativa, aunque hace falta muy poca atención para excluir al intelecto en un dia «ruidoso» o ajetreado.
Cuando se llegue a determinado punto de absorción desaparecerán completamente pero no es excesivamente relevante. Alguna vez incluso permanecen en ese punto aunque escasamente, pero no afectan en absoluto a la profundidad de la absorción.
La sensación en ese momento en Zen la llaman «Montaña de diamante» y me parece una buena metáfora, eres eso, una montaña de diamante de claridad perfecta, estable, e inamovible, clara y brillante. Sin yo, sin tiempo, sin percepción ni no percepción. La percepción existe, pero no es atendida salvo algo muy notable, por ejemplo una explosión. Ocurre similar a como cuando duermes, de hecho si relajas la atención en cierto punto de absorción aparecerán ensoñaciones.
Estarás ahí in esfuerzo. Al igual que una montaña no se esfuerza por estar, tampoco hay esfuerzo por estar, el samadhi es sólido, no requiere apenas de nada por tu parte, simplemente estás. Pero estás totalmente lúcido, despierto y presente.
De hecho puedes distinguir las «meditaciones correctas» de los trances o meditaciones incorrectas precisamente por la presencia, claridad y lucidez que vivas. No importa tu experiencia, por magnífica que sea, si no estabas totalmente presente y lúcido no es meditación, es trance o sueño, o un punto intermedio….
El tiempo pasa sin notarlo, da igual un minuto que treinta.
Pero no hay que intentar reproducir nada de esto, solo continuar humildemente con nuestra práctica. Si un dia deseas reproducirlo, no ocurrirá, aunque ya lleves cinco años haciéndolo, porque precisamente quién lo bloquea es «aquel que quiere cosas», lo que se llama «el sujeto» en el Sistema-Mente. La práctica de «solo ser/estar» entre otras cosas incluye «no querer nada/no rechazar nada» y eso puede llevarse a extremos de sutileza que parecen no tener fin.
Otro aviso final, precisamente lo que ocurre durante la práctica es lo más irrelevante de todo. No debemos cegarnos con eso. Recordemos que se llama práctica, porque es para justo eso… practicas… ensayos… lo relevante es como cambia tu vida el resto de horas que no estás practicando.
Ese es el indicador directo y real de como van realmente las cosas, más allá de estados placenteros o experiencias nuevas e interesantes en condiciones «de laboratorio». Y una buena descripció de esto (que no es mia) la veremos en el próximo texto del blog.
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Así pues realización es «convencer» de algo a la inteligencia. Por eso se vive como una «revelación». Recuerda que la inteligencia es invisible a la consciencia y todo lo que surge de ella parece surgir de la nada, como las ideas geniales o la inspiración.
En terminología del sistema-mente, Realización es algo tan sencillo como que la inteligencia se convenza por fin de cierta verdad espiritual que el intelecto ya da por buena.
Bien, si a la inteligencia no se la puede convencer intelectualmente (con palabras y conceptos) ¿cómo se la convence?
¿Cómo convences de algo a un perro o un gato (que no usan palabras)?
¿Cómo explicas algo a la inteligencia de un gato?
Recuerdo cuando quería enseñar a Tao a salir a la terraza por su nueva gatera, ¿cómo se hace?
Hay diversas opciones y ninguna de ellas incluye explicarle cosas:
- Le empujas hacia ella para que vea que la puerta de la gatera oscila (presión)
- Le pones comida apetitosa tras la puerta para que tenga interés en cruzar (motivación)
- Dejas la puerta abierta para que vea la terraza al otro lado (entendimiento directo)
- Caso que cupiese 🙂 pasas tú por la gatera para que vea como se hace (demostrar)
etc…
Todo eso son acciones (no conceptos): moverse, oler, ver, pasar…
Finalmente un dia empuja y pasa al otro lado: ha entendido.
Bien ¿y cómo empujamos a las personas, intelectualmente convencidas, hacia la realización de una verdad?
En el mini-libro dinámicas de realización se comentan algunas formas, pero ese es precisamente el arte de un gran maestro y de un gran pratyekabuddha: ¿cómo hacerlo? ¿presionar? ¿motivar? ¿demostrar? ¿todas ellas? ¿unas para unos y otras para otros?
También cuando, por ejemplo, a un practicante vipassana se le dice que observe los skandhas y compruebe que están vacíos le están diciendo justo eso: tu intelecto ya se cree que no hay yo, pero tu inteligencia no, haz que mire por todas partes hasta que se convenza (entendimiento directo). No le cuentes milongas… eso le da igual…
Es por eso que el trabajo intelectual es solo un principio muy inicial, apenas una orientación y es por eso que una realización a menudo es cuestión de repetir y repetir ciertas acciones (nunca palabras), como con el gato y la gatera, hasta que la inteligencia entienda sin conceptos.
También es por eso que hay prácticas que potencian las realizaciones y otras no. Para que una práctica pueda disparar realizaciones deben darse almenos dos factores.
- Visión, cosa a la que muchas escuelas han renunciado. Es decir «qué estoy buscando realizar». Por ejemplo que el «yo nuclear» no existe
- Práctica «indagativa» no «concentrativa» buscando la respuesta a esa visión.
Por ejemplo, si mi práctica es shikantaza (y solo shikantaza) y espero un kensho, puedo esperar eternamente. ¿Por qué? ¿no es obvio? Esa práctica no incluye ni visión (¿qué estoy buscando?) ni indagación (¿cómo lo busco?).
Ocurriría igual con el cultivo de los jhanas.
Eso no significa que esas prácticas sean inútiles bien ejecutadas. Al contrario, son fundamentales. Simplemente funcionan de otra manera y nos llevarán a samadhis y situaciones de absorción no-dual. Pero no a realizar nada.
Y al revés, en un koan hay una propuesta clarísima de visión (el propio koan) y ya te avisan de que la práctica es «indagar» en el koan hasta que se resuelva solo.
Idem en la que creo que es la reina de todas las prácticas de indagación: la propia auto-indagación, es decir preguntarnos día y noche (no necesariamente con palabras) ¿quién o qué somos? (no como pregunta intelectual, sino como forma de interiorizar la búsqueda)
Eso es todo por ahora, espero sea de utilidad.
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Realización es una palabra muy usada en espiritualidad. Un tanto comodín aunque no tan comodín como otras.
En el mini-libro dinámicas de realización se define tal cosa como:
Realización no es realizar ni hacer nada. Realización viene del inglés Realization cuya principal acepción es “darse cuenta”. La traducción literal más similar quizá sería “revelación”, algo que estaba velado a nuestro conocimiento, nos es mostrado.
Hablamos de revelación porque para que una realización sea tal, eso que se nos revela, cala hasta las capas más profundas de nuestra psique.
O dicho de otra manera usando terminología vista en el sistema mente: cala hasta capas no-intelectuales. Es decir supera la capa intelectual y llega más profundamente.
¿Y por qué debe superar la capa intelectual?
En ese mini libro se decía:
¿Qué se quiere decir con eso de que el intelecto no puede cruzar la frontera hasta la realidad? Pues aquello tan típico de que por mucho que lo describas no puedes enseñar como es un color a un ciego, o aquello tan repetido de que por mucho que leas sobre como patinar eso no te hace mejorar ni un ápice tu equilibrio sobre ruedas, o que por mucho que hables sobre espiritualidad… sí, eso… ni un paso adelante… Es decir lo conceptual o simbólico aplica solo en el ámbito de lo conceptual o simbólico y apenas afecta superficialmente a lo real.
Es decir, cuando se nos dice algo del tipo:
Tú no eres tus pensamientos
Estamos apelando al intelecto de la persona. Esa persona usará su intelecto para razonar al respecto de esa propuesta. Y puede que llegue a la conclusión de que eso es falso (fin del tema) o puede que llegue a convencerse intelectualmentede que eso es cierto.
Aún en ese segundo caso, en el que quizá estais muchos, tras ese convencimiento… no ocurre nada… no hay realización. Uno no siente nada de eso que dicen que sienten ciertas personas al tener una revelación…
¿Qué ha ocurrido? Justo lo comentado. Intelectualmente ya estamos convencidos pero el intelecto no puede salir de su prisión simbólica, no va más allá. No convence a tu cuerpo ni a tu mente. En concreto no ha convencido a tu inteligencia.
Dice el mini libro:
Creer que lo conceptual, que lo intelectual, es real, es como construir una manzana con piezas de lego y pretender que nos quite el hambre. La manzana de juguete no se puede comer y el intelecto solo sabe hacer cosas de juguete (simbólicas). Lo cual no significa que no sea útil ser capaz de construir modelos aproximados de la realidad… Pero en cambio la inteligencia es no-conceptual, no usa conceptos, no es simbólica y es holística. Es lo que te permite aprender a patinar, a nadar o a meditar… o a vivir sin sufrimiento…
Así pues la limitación aquí es que el intelecto está convencido pero la inteligencia ni se ha enterado todavía…
(continua)
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Aunque todo lo que estamos hablando es sútil (y muy simplificado) llegamos al cénit de la sutileza y simplificación: el sujeto.
La piedra angular de muchos caminos espirituales…
El sujeto es una construcción mental extremadamente sútil, tan sútil que muchos meditadores con miles de horas de práctica no son capaces de percibirlo de forma aislada. El sujeto aparece en la consciencia como una sensación sutilísima: una intención. En lugar de sujeto podríamos haber hablado de intenciones o anhelos simplemente, pero he preferido usar la palabra sujeto por tradición espiritual y porque es la forma en que sea crean los polos sujeto-objeto.
Hay que entender que muchas meditaciones lo que nos permiten es reducir la cantidad de actividad mental presente (aquietar las aguas como decía Buddha) para poder percibir aisladamente ciertos elementos mentales que normalmente ignoramos por ser demasiado sutiles entre tanto ruido mental. Al poder hacer eso, ese elemento se nos irá volviendo progresivamente «más familiar» hasta que nos sea más sencillo detectarlo conscientemente en cualquier momento en que esté presente. Es lo que hace un par de artículos llamábamos «ampliar el campo de consciencia».
Y si está presente en la consciencia y atiendes a él, ¿qué puede pasar? ¡Bingo! puedes aprender sobre él, es decir, puedes cambiar patrones de reacción de afecten a ese elemento mental concreto. Y eso puede hacerse incluso con… sí, con el sujeto.
El sujeto no está siempre presente. Esto puede parecer sorprendente o paradójico, el problema es que cuando «no está» normalmente tampoco hay «nadie» ahí para darse cuenta… solo con el adecuado entrenamiento puede haber atención incluso sin sujeto presente…
¿Puedes adivinar cómo se le llama a eso? ¿A tener la atención activa pero el sujeto ausente?
A eso se le llama: Samadhi, absorción, unidad, no-dualidad, la real, no la que se obtiene por suspensión del intelecto que es no-conceptualidad, una situación interesante pero dual (vista en la segunda parte de estos textos).
A la atención con sujeto presente se le llama: Presencia o mindfulness y es en este contexto que cuando pensamos «parecen nuestros pensamientos». A veces decimos que «pensamos conscientemente» lo cual como hemos visto es una forma errónea de decirlo, pero ya nos entendemos. «Pensamos (intelectualmente) atendidamente (con atención)».
A la ausencia de atención pero presencia de sujeto se podría llamar… Samsara, es el estado en el que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo inicialmente. Un estado en el que solo perpetuamos nuestros patrones reactivos aflictivos corriendo de un lado a otro de la realidad como un pollo sin cabeza. Con deseos y aversiones, sufrimiento, pero sin capacidad para cambiar nada, pues no hay atención… En este contexto nuestros pensamientos parecen reactivos y nos resultan relativamente ajenos, no nos parece controlarlos. Ese es el estado que el budismo califica vivir «cómo en un sueño» y realmente ese estado parece de «pura inconsciencia en acción» visto desde «el otro lado».
Por si te lo preguntas, la combinación que falta, la ausencia de atención y de sujeto se le puede llamar trance, ensoñación o en general cualquier estado en que recordamos al volver que estábamos «totalmente idos»… Y ahí es donde muchos practicantes están perdiendo su tiempo muchas veces… pues sin duda es atractivo «estar sin sujeto», es algo más fácil obtener un trance que un samadhi y además nadie en espiritualidad les ha dado directrices claras para distinguirlos y entender lo que aporta cada uno…
(continua)
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Sobre la atención ya hay un texto bastante extenso en este blog, dada su relevancia para la práctica espiritual.
La atención es un proceso mental meta-consciente, es decir que actúa sobre el campo de consciencia, seleccionando partes de esta y excluyendo otras.
La atención es la cualidad dinámica de la inteligencia que nos permite aprender de la consciencia (o en la consciencia), es decir modificar nuestros patrones de reacción y respuesta al mundo exterior (para mejor, si todo va bien).
La atención permite a la inteligencia observar, entender, cambiar y adaptarse. Y en cierta manera es la única expresión si no perceptible (pues estrictamente no aparece en la consciencia), al menos detectable de la inteligencia.
Un hecho anecdótico (o quizá no) de la atención pero que resulta apasionante es que: no aparece en la consciencia como tal pero es claramente perceptible cuando está y «dónde está mirando».
Es decir, como miembro del selecto club de lo no-nacido o no-manifestado que llamamos inteligencia no tiene forma alguna ni aparece en la consciencia. No es un objeeto de la consciencia.
Y sin embargo somos perfectamente capaces de «apercibir» (a falta de mejor palabro) cuando está presente y a qué atiende.
Es sin duda el eslabón perdido (y re-encontrado) entre lo manifestado y lo no manifestado.
Sin atención a la consciencia no hay aprendizaje (al menos no de alto nivel). Dime a qué atiendes y te diré qué aprendes… Por eso se decía en el texto sobre la atención que cualquier práctica sin atención no provoca cambios duraderos, no importa lo que vivas, no te va a ayudar a cambiar. No habrás aprendido nada de cualquier experiencia sin atención, con suerte quizá aprendas algo cuando la recuerdes más tarde con atención… eso es lo máximo pero ya será un aprendizaje de segunda mano, pues es sabido que la memoria no es demasiado fiable.
Así pues la atención es el método de aprendizaje holístico basado en los contenidos de la consciencia. Aunque ese aprendizaje de la inteligencia, al igual que el total de la inteligencia, nos es velado, no sabemos como aprendemos, pero sabemos que si atendemos, aprendemos… La inteligencia cambia sus patrones de reacción. Se adapta.
Sin atención no es posible cambiar nuestros patrones de reacción habituales, y eso, en referencia a los patrones de reacción aflictivos, es especialmente importante en espiritualidad. Por eso el mindfulness es tan importante (más tarde veremos qué es exactamente el mindfulness pero ya intuís que la atención es su base), pero más importante todavía es saber «para qué hacemos mindfulness» pues la atención aprende en determinada dirección.
No es lo mismo atender a una cuadro para memorizar todos sus colores que para disfrutar de su composición global ¿verdad?
La atención siempre es dirigida a un fin. Dirigida a un objetivo concreto, tal cosa como la atención no dirigida no existe (bueno, existe en samadhi, luego lo veremos). Cuando atiendes, atiendes para algo y eso en lenguaje budista es La visión. No es lo mismo que atiendas a tus procesos mentales para ver la ausencia de yo, que atender a tus procesos mentales para ver si alguno de ellos es, por ejemplo sobre fútbol… En ambos casos hay atención y aprendizaje pero los resultados de esa atención serán muy diferentes.
Y en general atendemos demasiado a nuestro intelecto (nuestra voz en la cabeza) y demasiado poco al resto…
Llegado a este punto ya podemos entender un fleco que dejamos en el primer artículo de esta serie: como el intelecto que no tiene conexión directa con la inteligencia ni con la acción puede ayudar al ser humano a dominar el mundo.
Gracias a la atención, pues al tener esta disponibles en la consciencia tanto percepciones como conceptos (el intelecto aparece en la consciencia) puede aprender e incorporar patrones de reacción a la realidad basados en conceptos, como «lo redondo».
Así pues la hipótesis es que el «lenguaje» se interioriza, se hace consciente y se convierte en lo que llamamos «pensar» (aquí intelecto) para conseguir que la atención pueda integrar conceptos (palabras, símbolos) junto con las percepciones (ver, oír…) y así dar un sentido conceptual al universo. Eso supone una ventaja notable para la inteligencia y por tanto por selección natural quedará rápidamente impuesto como parte de nuestro «equipo de serie».
Vamos a verlo en detalle.
(continua)