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Es necesario prestar mucha atención porque, a pesar de las apariencias, nos encontramos en una situación diferente de aquella propuesta por las Upaniṣad: la tensión dirigida hacia la reunificación entre ātman, llamémoslo la “esencia individual”, y Brahman, el “Absoluto”, la “esencia divina”.
Asimismo, puesto que nos encontramos en un “ambiente” no teísta, se trata de una perspectiva distinta, a pesar de las similitudes, de la de la unión mística cristiana (unio mystica), que une al fiel a Cristo consintiendo que acceda a los frutos de la resurrección (22) .
En este caso con yogācāra, o “cuya norma es la práctica de la unión”, se quiere decir la unión que se realiza ante la desaparición de todo. Cuando no existen ya existencias individuales autónomas que impidan la unión. No es la unión entre A y B, sino aquella que se da cuando A y B desaparecen como entes dotados de vida propia y, por tanto, con la posibilidad de contraponerse. Según el budismo cuando hablamos de nirvāṇa no hacemos la hipótesis ni de la unión de dos sustancias (o esencias), como ātman y Brahman, ni del goce de Dios o de su santa presencia.
Desde una perspectiva budista postular a “dios”, a Brahman o al absoluto es su final en tanto que realidades trascendentes. Ese proceso de liberación que llamamos budismo es ciertamente un logro, pero tal logro es una meta dinámica, que es simultáneamente una situación de partida y no una situación de llegada. No es alcanzar por fin la meta de nuestro reposo, sino que es la meta y el comienzo del verdadero viaje. Es el comienzo de la realización, en los hechos, de la vía que conduce a la liberación definitiva de toda pena y de todo dolor; una vía espiritual que solo existe si es recorrida. Es la cuarta, la última de las nobles, de las santas verdades; la definitiva.
Dado que recorrer la vía es “no diverger”, es decir no irse a ningún sitio, este “recorrer” tiene el sentido dinámico de “converger”, de continuo retorno hacia cero, para después dar el paso siguiente también hacia cero. Un proceso sin final en un “hacia”, que es el exacto hacia de nuestra vida interior, que se manifiesta espontáneamente en la vida exterior, normalmente sin una apariencia particular.
El logro, la llegada, está en saber proseguir siempre en ese hacia, y no porque sea el “hacia exacto” según una ley moral o un mandamiento absoluto. Nuestra misma experiencia vital nos confirma, en cada momento, que precisamente en ese proceder experimentamos la desaparición del dolor de vivir y la plena libertad interior. En esto está la realización del resultado. La infinitud del camino transforma la meta en dirección. El Budismo no consiste en la búsqueda positiva de Dios, del Sí mismo absoluto, y ni siquiera en decir o imaginar quién o qué cosa sea Eso; si fuese así sería la vía que, inevitablemente, conduce a la hipostatización idolátrica.
Finalmente, es necesario disolver las dudas respecto a un último fantasma, aquel del iluminado, es decir el de aquel que por presunto logro o por una posición/rol se llama “maestro”. En el budismo de cualquier escuela, la meta es el camino, y el camino presupone un recorrido. No existe un estadio o una situación mental/espiritual que se pueda admitir como meta final, sino solo un objetivo pragmático, un cómo, siempre mejorable; el recorrido no tiene fin. Cada estado, cada mente, cada cosa, incluso si es vista como perteneciente a uno, a dos o bien a tres planos de realidad, está ciertamente en niveles distintos de existencia (un hijo de carne y huesos y las fantasías sobre un hijo que no ha nacido nunca son planos de realidad bien distintos), pero cada una de estas existencias, precisamente porque son tales, no son persistentes o permanentes, se modifican con el vivir. Aun en su extrema diversidad, sea sobre las fantasías del hijo que no existe, sea sobre el hijo que crece en nuestra casa, cambian todo el tiempo y después desaparecen ambas. Este es el proceso de vida y muerte común a todas las cosas, independientemente del plano de realidad en que las coloquemos, independientemente de su importancia, verdadera o presunta.
He ahí porque tiene algo de ridículo la pretensión de estar ‒que es siempre una búsqueda de parecer‒ iluminados por fin, realizados, completos; desde hace más de dos mil años, en el budismo se nos pone en guardia ante la “exhibición de los signos”. Sin olvidar, sin embargo, que el antiguo experto en la vía es respetado, siendo un bien precioso, un patrimonio para nosotros y para toda la humanidad.
22. Cfr., por ejemplo, Juan 15, 4-5; o bien, Gal 2, 20.
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Síntesis del Dharma como fundamento (ground), camino y fruto….según terminología de este blog:
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Comentario por Dídac 10/06/2022 @ 11:34 ampara no diverger es preciso aprender a no molestar y deshacerse de todo lo posible. esta noche se me apareció en sueños un personaje peligroso y malo (un demonio) y me dijo que le gustaban mis zapatos nuevos, que me los quitara y se los diera. supe enseguida que era un robo, que no los necesitaba y solo los quería para venderlos y me negué a darselos. hice mal, me desperté
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Comentario por esnoes 10/06/2022 @ 11:38 am