El blog de 道


También los budistas piensan – De una hipótesis a un camino
08/06/2022, 7:07 am
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El intento, por parte de la escuela Yogācāra, de formular una teoría del conocimiento basada sobre la experiencia del vacío, es decir de una relación directa con la realidad relativa en ausencia de añadidos arbitrarios construidos con el pensamiento, puede ser confrontado útilmente con el idealismo de George Berkeley, obispo irlandés del siglo dieciocho.

Berkeley sostenía que “el único objeto del conocimiento humano está constituido por las ideas” (17) y esto parece coincidir con la visión de la escuela Yogācāra. De hecho Berkeley sostenía que: “esse est percipi” («esse is percipi», en su formulación original); es decir, las ideas no tienen «ninguna existencia fuera de las mentes o de las sustancias pensantes que las perciben» (18); dicho de otra forma: todo aquello que podemos decir de los objetos alrededor nuestro es que “los percibimos”, sin que aquello nos autorice a decir que existan independientemente del ser pensados/percibidos. Berkeley, por tanto, elaboró una forma de idealismo en el que no se negaba la existencia real de los objetos del conocimiento, sino solo su materialidad y su independencia de la actividad cognoscitiva misma (19).

Los yogācārin, en cambio, no expresan un punto de vista de tipo idealista sobre la existencia o no de los objetos externos a la conciencia, de los que los sentidos recaban sus señales, elaboradas después por la conciencia mental/manovijñāna, no dicen nunca nada, no asumen por tanto ni una actitud idealista, ni una actitud realista (o materialista).

El punto en el que las dos perspectivas, la de los yogācārin y la del obispo Berkeley, divergen más profundamente es el siguiente: Berkeley, para ir hasta el fondo de que la consistencia real de que cuanto es pensado deriva precisamente del ser pensado, está casi constreñido (o bien este era su objetivo desde el principio) a remitir a Dios: la única conciencia que está en condiciones de dar estabilidad al mundo cuando las conciencias humanas duermen. Berkeley no se contenta con “¡es un misterio!…” y detrás de todo aquel trabajo mental que llamamos realidad, pone con su mano la mente divina, como substrato activo. En la práctica, más o menos en el mismo “lugar”, o en el rol en el que los yogācārin colocan ālayavijñāna, la mente base, o mente depósito, pasiva, él postula la Mente de Dios, activa, por la cual todo sucede en Su mente. Por tanto: existir es ser pensados por Dios (20).

Veamos ahora donde somos conducidos, en cambio, siguiendo el tipo de pensamiento introducido por los yogācārin. Como ya hemos anticipado, al contrario de lo que es afirmado por Nāgārjuna, en la escuela Yogācāra-Vijñānavāda se propone observar la realidad de los fenómenos percibidos como si estuviese articulada no sobre dos planos, sino sobre tres.

Estos tres niveles, planos, o “naturalezas” (tri-svabhāva) (21), con palabras se pueden representar como:

A) La “realidad ilusoria”, sin solución de continuidad con la realidad onírica, hecha de imaginaciones que no tienen ninguna correspondencia con las percepciones de los sentidos en ese momento y que provienen de los rastros de percepciones que han tenido lugar en un tiempo no presente, depositadas como semillas en la base de la mente; o bien, hecha de imaginaciones construidas ex novo por agregados mentales, como sueños, fantasías, conjeturas, ideas. La ilusión básica de este plano de realidad está constituida por un “sujeto” que se erige como existente por sí mismo, dotado de vida propia, separado de todo el resto, el cual, de esta manera, origina la dicotomía sujeto/objeto, es decir la condición en la que ese sujeto, queriendo atrapar un “objeto”, da origen al mundo del deseo.

B) Después está el “plano relativo”, real en la medida en la que son reales los fenómenos del mundo y nuestras percepciones, los procesos mentales. Si nosotros viendo una cuerda creemos, pensamos, estar viendo una serpiente, en ese caso la serpiente, en tanto que animal, no tiene una existencia real, mientras que la imaginación que hace aparecer la serpiente y la cuerda sí tienen una existencia real, si bien relativa, siendo producidas por causas y condiciones.

C) Por último está la “realidad completa”, o completamente real, que eaccesible dejando desvanecer las partes irreales, sobrepuestas al plano relativo.

Podemos no estar separados del plano completamente real cuando al plano relativo le sustraemos la parte ilusoria, es decir cuando no nos atamos a la imaginación, a todo aquello que surge, sino que lo dejamos desvanecer. Es la ausencia de lo construido, de lo sobrepuesto al plano de lo relativo, que trasforma a este último en el “plano” completamente real.

Una vez que hemos aprendido a hacer esto no tenemos ninguna necesidad de saber otra cosa, pero para darnos cuenta del enorme alcance de esta operación es necesario comprender en qué cosa consiste y dónde reside el sufrimiento, de donde nacen y donde prosperan la desesperación, la depresión, el pesar, el terror, la humillación, la angustia, la pena, el tormento, la aflicción… Y es para dar respuesta a esta comprensión que ha sido elaborado el esquema de las ocho sedes/funciones de la mente/conciencia. Una vez comprobada la dificultad de renunciar a comprender con el intelecto las razones y el mecanismo de la práctica, nos es ofrecida una lectura que nos confirma y nos mantiene en esa práctica.

Entonces precisamente esta vida es, se convierte, se trasforma, se transfigura en ese lado del absoluto al cual el hombre, en condiciones de completa pobreza interior, puede acercarse. Es el pasaje por el ojo de la aguja, la puerta estrecha. Se verifica nuevamente, según un recorrido lógico distinto, la constatación de Nāgārjuna por la cual entre nirvāṇa y este mundo no existe diferencia alguna.


16. En japonés: 非思量にたれあり、たれ我を保任す. La traducción es mía.

17. Cfr. G. BERKELEY, Saggio su una nuova teoria della visione ‒ Trattato sui principi della conoscenza umana, traducido por D. Bertini, Bompiani, Milán 2017, [Trattato] § 1, p. 291.

18. Ivi, § 3, p. 293.

19. «No me hago la mínima pregunta sobre si las cosas que veo con mis ojos y que toco con mis manos existan, que realmente existan. La única cosa de la cual niego la existencia es aquello que los filósofos llaman Materia o sustancia corpórea» (ivi, § 35, p. 293).

20. «Dios es aquel ser que percibe el mundo cuando ningún espíritu lo percibe. La objetividad está por tanto garantizada por la continuidad de la experiencia divina del mundo» (D. BERTINI, voz: “Berkeley”, en Enciclopedia filosofica, cit., vol. 2, p. 1210).

21. Esta tripartición está ilustrada detalladamente en el Saṃdhinirmocanasūtra, Sutra de la Liberación de las Ataduras, o Sutra de la Explicación del Pensamiento ((cfr. PH. CORNU, Dizionario del Buddhismo, cit., p. 533).


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