El blog de 道


En el infierno de los fantasmas hambrientos
30/12/2020, 7:07 am
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Grita, grita y grita.

Su cara se va tornando de un rojo cada vez más intenso, así es el demonio de la ira.

Somos varios en este infierno, todos quietos. Atados sin ataduras, sin poder movernos.

Periódicamente el demonio se dirige hacia uno de nosotros y nos tortura, sus ojos también se han inyectado en sangre, te mira con una fuerza que parece vacía, como si mientras te tortura él mismo fuera torturado en otra dimensión, como si no estuviera aquí, quizá como si no hubiera nada tras esos ojos. Quizá está vacío. Quizá hay un ciclo infinito de torturas tras él y… tras de mi.

Puedo ver las caras de angustia en todos, especialmente en su víctima del momento. No grita, ni llora, aguanta y aguanta. En algunos casos con mayor ecuanimidad, en otros los ojos muestran un alma destrozada por dentro por la tortura. Algunos miran al suelo mientras torturan al otro, con una mezcla de pena y vergüenza. El torturado mira el vacío.

Si estamos aquí, algo habremos hecho.

Piensas en el pasado, tan lejano, creíste hacerlo bien, ¿podría haber hecho más? Sí, sabes perfectamente que sí. Siempre es posible hacer más, pero ¿debería haber hecho más? Difícil respuesta. En todo caso aquí expiamos. Aquí hemos venido a expiar.

Siempre vuelven a tu cabeza aquellas palabras, ¿por qué se te quedaron fijas para siempre? Justo esas. Hace décadas. Son misterios de la mente.

«Tú que sabes lo mucho que aquí sufrimos, no nos olvides en tus plegarias»

El pecho te duele, la tensión es extrema. Pero no hay lamentos, ni siquiera internamente. Hay aceptación, pero aún así, duele. El pecho duele.

Súbitamente un ángel debe haberse apiadado de mi y en mi mente resuena: «todo es un sueño». En un segundo, todo ha cambiado. Todo se aleja, como en, sí, como en un sueño. Nada cambia realmente pero la escena pierde su cualidad de real. Esto no es real.

Pero no me despierto.

Ahora sí, oigo que alguien llora, quedamente, ya no pueden más.

Me activo mentalmente, incluyo en mi el dolor del pecho y muevo la energía hacia abajo, al hara, donde puede disiparse, lleva un tiempo de mindfulness, pero ocurre.

No he podido seguir al demonio mientras tanto. No me he dado cuenta y parece que ha acabado.

Nos echa. Quiere que nos vayamos.

Cada uno se dirige a su sitio y tras nosotros, cierra el despacho.


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