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La situación ahora es relativamente similar a la anterior, aunque nuestra mente sea ya no-dual, es decir que no es posible distinguir unos procesos mentales como «sujeto» y otros como objetos. Todos tienen la misma jerarquía (y no hay centro).
Dado que no hay apegos conceptuales no se ejercerá ninguna intención para desapegarse de los contenidos mentales o pensamientos. Ahora el apego a ellos es prácticamente imposible, ha sido extinguido en el anterior yoga. Así que ahora ya casi sí, podemos «solo-ser» pues ni tan siquiera ejercemos un mínimo esfuerzo para «estar desapegados».
En este momento la práctica sí que ya es solo mantener esta mente no-dual y no mancharla con ninguna forma de manipulación o esfuerzo. Es decir, no mancharla «queriendo algo o rechazando algo».
Por ello en este punto casi podemos decir que la práctica es más bien «no-hacer» (Wuwei), no ejercer absolutamente ningún tipo de intención o presión sobre absolutamente nada, sino simplemente estar.
Surja lo que surja, ni lo queremos ni lo rechazamos. En esta fase se refina nuestra capacidad para detectar sutiles intenciones, expectativas o construcciones mentales, no expresadas conceptualmente, que vamos dejando caer durante la práctica.
Así pues el error en este yoga sería pretender que pase algo concreto. Cualquier intento en esa línea es una mancha en este yoga. Es por eso que este yoga a veces se le llama «sin esfuerzo». Si nos empeñamos en que nuestra meditación sea de una manera u otra (sea la que sea) bloquearemos el progreso en este yoga.
En el yoga de no-dualidad también es el primer momento en que la absorción/samadhi puede ser mantenido en plena actividad y por tanto se empieza a acercar Nirvana y Samsara.
El samadhi, hasta ahora era solo posible en meditación sentada y ahora, aunque no de forma contínua, es posible en el día a día. Eso ocurrirá cuando el desapego a la fenomenología (a lo visto y oído) sea suficientemente débil. Ese desapego de la fenomenología será el caballo de batalla, es decir, la práctica, en este yoga en el día a día (su mindfulness) pero ya no es tanto un «hacer» como un «no hacer» pues no nos desapegamos de nada en concreto sino que nos situamos en una posición mental en que la fenomenología es vista como «mero contenido mental», restando con ello gran parte de su influencia sobre nosotros.
Por tanto tenemos, que en meditación la práctica es solo-ser, entendido como una no-acción en términos absolutos y en el día a día, el mindfulness será desapegarse de la fenomenología: sobretodo lo visto y lo oído, aunque el resto van con el conjunto. Sorprendentemente, sin aviso, pronto las emociones y sensaciones internas seguirán el mismo camino. Por ello, en una fase madura de un-sabor comienza a producirse el desapego también incluso del gozo. Podrá estar o no (estará la mayor parte del tiempo), pero no será demasiado relevante.
La no-dualidad consolidada llevará a la budeidad cuando nuestra capacidad de no querer modificar las cosas tal como son, esté perfeccionada y nuestro desapego de la fenomenología alcance cierto punto de ruptura. Ambas cosas llevarán a una situación que podríamos denominar de samadhi permanente.
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