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Conocí a J. en su juventud, era bastante aficionado a la montaña y hacía ascensiones de cierto nivel en el Pirineo.
Un día oyó hablar de una ascensión increiblemente bella, difícil y meritoria en el Himalaya. Era la montaña perfecta, no lo podía creer. La descripción del viaje y la montaña eran espectaculares. Y una montaña así, tan pocas veces ascendida, con esa reputación y esa dificultad técnica, si la lograra escalar sería uno de los alpinistas más famosos.
Aún era joven pero ya comenzaba a despuntar en las montañas locales. Decidió que lograria ese objetivo y la subiría costara lo que costara. Así que empezó a planificar su viaje. Era un viaje además de arriesgado, caro y complejo, y había que prepararlo bien. Pensó que no venía de unos meses o un año pero que tenía que asegurarse el éxito, pues quizá no podría ir una segunda vez.
Primero se informó sobre como llegar hasta el campo base, no era fácil y leyó mucho y mucho sobre cual era la forma óptima de hacerlo. La época ideal era la primavera y dado que acababa de pasar, podría dedicar varios meses a preparar el viaje pues no podría ir hasta el año siguiente. También le preocupaba llevar todo el material necesario, no dejarse nada, que nada sobrase y que el peso a cargar fuera asumible.
Y como, a pesar de haberse informado ámpliamente, dudaba de todo lo que encontró escrito, decidió que debía entrevistarse con personas que hubieran estado allí. Eso no era fácil, le llevó meses encontrarlos, e ir a verlos. Pero lo logró.
Gracias a ellos, se dió cuenta que había subestimado la dureza del asunto. Su forma física quizá no era suficiente, así que empezó a entrenar duramente en el gimnasio todos los días. Viendo claro que no estaría listo para la siguiente primavera, planificó el viaje a un año vista.
La vida da muchas vueltas y aunque la prioridad es la ascensión, no todo en la vida va a ser eso, y J. se enamoró de una chica adorable. No hay como el amor y pronto se vió con planes de convivencia en común, boda e incluso quizá, formar una familia.
Aunque ella no era alpinista, eso, por supuesto, tan decidido como era, no cambió en absoluto sus planes, pero sí tuvo que retrasarlos un poco.
Y mientras tanto profundizaba más y más en los detalles del viaje y la ascensión, la intendencia y logística, los riesgos a neutralizar, el material idóneo, la climatología, las opciones de rescate si todo iba mal, etc… Y por supuesto, cuando podía, pues ahora tenía mucho lío con la vida familiar, también entrenaba un poco.
La montaña no se iba a mover de allí, era esa una frase que venía a menudo a su mente.
Luego estaba el asunto económico. La expedición no iba a ser barata y sacar adelante una familia tampoco lo es. Así que empezó a ahorrar poco a poco, lo que se pudiera, que no era mucho. Pero el dinero para la expedición crecía lentamente.
Pasó algo de tiempo, y parecía llegado el momento ideal, su hijo ya era suficientemente mayor. Era momento de apretar con el entrenamiento para estar listo la siguiente primavera. Desgraciadamente, quizá debido precisamente al fuerte entrenamiento, una lesión de rodilla le molestaba un poco, no mucho pero era preocupante. Así que empezó a visitar médicos para que le aconsejaran al respecto. Debía dejar esa rodilla en perfectas condiciones pues el reto era tremendo.
A partir de aquí, ya no vi a J. durante una buena temporada por motivos diversos, ya sabeis a veces la vida nos une a unas personas y nos separa de otras.
Apenas me acordaba de él cuando un día me lo crucé por la calle años más tarde. Ambos teníamos ya alguna cana. Le pregunté por la montaña. Me dijo que él era algo mayor, que los médicos le recomendaban ser prudente en eso de empezar ahora con el alpinismo de élite.
Añadió que, igualmente eso no era lo grave, con eso podría arriesgar pero dijo: «lo más importante, lo que me limita, es que todavía no he conseguido tener claros todos los detalles del viaje, hay demasiadas incógnitas todavía».
Volví pensativo a casa, creo que hice bien en no decirle que justo ese mes, pues era primavera, un equipo de jóvenes alpinistas checos habían ascendido esa misma montaña casi sin preparación. Estuvieron a punto de morir todos, cierto, pero lo lograron.
No volví a verlo más y años más tarde me enteré con tristeza de que había fallecido. No era demasiado mayor pero se lo llevó una de esas enfermedades del primer mundo que no perdonan.
Me comentaron que en sus últimos días solo lamentó no haber hecho esa ascensión, pero reconoció que amén de otras limitaciones, «era absolutamente imposible, no era viable con tan poca información».
Jamás pisó el Himalaya, de hecho nunca salió del país.
Dedicado a Dino Buzzati.
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