El blog de 道


El modelo cuántico y el budismo (y III)
26/04/2019, 7:07 am
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Y llegamos al punto que más ha relacionado espiritualidad oriental y mecánica cuántica: el colapso de la función de onda.

La cosa va más o menos así: la cuántica define, que el comportamiento de las partículas sub-atómicas viene dado, no por las leyes del movimiento habituales, sino por una función de onda. Esta función de onda, es meramente una descripción de las probabilidades de encontrar la sub-partícula en un lugar u otro, co nuna característica u otra. Solo será al «observarla» (luego veremos qué es «observar») que esta función de probabilidad deja de aplicar y la partícula «se manifiesta» en un lugar u otro de forma concreta.

En importante aclarar que no es que no sepamos donde está y al mirar lo descubrimos. No, la mecánica cuántica afirma (y se puede comprobar experimentalmente) que la partícula no está en ningún lugar concreto, sino que hay esa «nube» de probabilidad y no hay partícula en lugar alguno. Y esa nube no colapsa hasta observarla y entonces esos potenciales de probabilidad se transforman en «algo» concreto o al menos en características observables.

Es por eso que se crea la paradoja del gato de Schroedinger, que es una paradoja obtenida si pudiéramos llevar a nivel macro todo este proceso. Es tan simple como hacer depender la vida del gato (o lo que quieras a nivel macro) de esa nube de probabilidad de una partícula. Así, mientras esa nube de probabilidad no colapse, no se puede decir que esté en ningún estado concreto, así que si logras hacer depender algo «macro» (grande) de eso, como por ejemplo la muerte del gato, este no estará ni vivo ni muerto, solo tendrá una nube de probabilidades de cada estado.

Este experimento mental no es viable, porque mantener esas funciones de onda sin colapsar en determinadas situaciones es virtualmente imposible, pero no quita que sea una paradoja que explica muy bien lo que ocurre a nivel nano. A nivel nano, si hubieran nano-gatos podrían estar vivos y muertos a la vez (con una determinada probabilidad en cada caso).

Este observar que colapsa la probabilidad, no es nuestro observar entendido convencionalmente, con los ojos. Observar a nivel cuántico (y no cuántico también) implica la interacción de unas partículas con otras partículas, por ejemplo para poder ver lanzamos luz (fotones) de un lugar para otro (del objeto a la retina).

Así que observar, a nivel cuántico realmente es «interactúar con otra partícula».

Y ese colapso es equivalente al surgimiento de las características de la partícula (situación, velocidad y/o spin, etc…).

Es decir el surgimiento de las características de una partícula depende de la interacción con otra.

Es decir el surgimiento de las características de una partícula es co-emergente con la otra partícula.

Y eso aplica a todas las sub-partículas.

Es decir que todo surgimiento efectivo sub-atómico es co-emergente.

Así el universo fenoménico (observable) sub-atómico es co-emergente, nunca nada existe en soledad y por sí mismo, sino que todo es un juego de co-emergencia gigantesco.

Y si la interacción de un fotón con la retina es un proceso sub-atómico (que lo es), «el ver» convencional también es co-emergente… si un pensamiento surge por excitación eléctrica éste es co-emergente, etc…

Así otra característica del universo budista parece ser una cuestión física y demostrable…

Relacionar este hecho cuántico con el «testigo eterno» neo-advaita, que también se hace a menudo, no parece tan razonable. O al menos no es tan directo.

No dejan de haber paralelismos, pero aquí ni hablamos de nada eterno, ni hablamos de ningún observador como tal (alguien con inteligencia o consciencia), ni hablamos de nada nuclear o esencial respecto a ese observador, ni hay realmente «nada ni nadie observando nada» si es que creemos todavía que hay «alguien’s», sino que lo que hay es la co-emergencia de todo fenómeno al interactuar dos partículas.


2 comentarios so far
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Excelente entrada 🙂

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Comentarios por Diego

Mil gracias ❤

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