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Me dice Kobo que escribo poco sobre mis experiencias personales. Aquí va una, aunque no sé si es lo que esperaba:
Cada día cuando llego del trabajo ocurre siempre lo mismo.
Abro la puerta y nadie viene a recibirme, no se oye nada en casa. Hay un gran y agradable silencio pero veces, si se escucha con atención parece intuírse algo aún más bello que el silencio, como un levísimo ronquido. Entonces, como siempre, me dirijo a la habitación.
En los pies de la cama, hecho una bolita blanca esta Tao.
Duerme y suele roncar suavemente, algo raro en un gato, pero claro él no se oye, no lo sabe. Transmite una paz que llena de alegría todo mi cuerpo, como si lo recorrieran corriente eléctricas.
Entonces me arrodillo ante la cama y lo observo muy de cerca, en silencio, como rezando, aguantándome las ganas de abrazarlo con todas mis fuerzas para no despertarlo y que ocurra la magia.
Y siempre ocurre la magia. A pesar de su sordera, no sé si porque me huele o siente mi respiración en el aire o simplemente porque yo soy él y él es yo, a los pocos segundos levanta la cabeza como un relámpago, con la velocidad de su naturaleza felina. Mira a un lado y a otro rápidamente, reactivado y semi-dormido a la vez. Me ve y maúlla fuerte, como solo los gatos sordos maúllan: MaaAAaaau, y yo siempre pienso que me dice «Ya era hora, te he echado de menos»
Se levanta y se despereza haciendo un arco con su espalda y luego echándose atrás para estirar las patitas delanteras.
Entonces nos ponemos a hacernos caricias. Primero sus mejillas contra mi mano. Se restriega con fuerza como si no nos hubiéramos visto en años, y si paro aunque sea un segundo, me persigue por la casa y se queja maullando.
Luego tocará rascar tras las orejas, en el lomo, bajo la barbilla…
Al final siempre acabamos igual, tirados los dos en el suelo haciéndonos caricias. A mi me gusta subirlo sobre mi barriga y a él le gusta bajarse y hacer la croqueta, girando por el suelo con las patas estiradas como un supermán blanco y acabando boca arriba para que le rasque.
Nos miramos a los ojos de cerca y en la profundidad de su nebulosa azul, veo lo que echo en falta en los ojos de las personas que trato cada jornada. Me veo a mi mismo y a todos, puros y en silencio. Y la felicidad es tan grande y se siente tan fuerte en el hara que uno podría creer que acabaré con úlcera de estómago y esa felicidad trae un cariño que se extiende a todos. Y en ese momento ya no hay samsara, porque ves que incluso aquel que te daña anda perdido y sufre, y en ese entendimiento ya solo puede haber cariño y cuando el cariño se extiende a todos, no puede haber sufrimiento.
Y así nos estamos un buen rato en el suelo tirados haciéndonos caricias.
Eso es lo que ocurre cada tarde al volver del trabajo.
Y si hay tiempo, luego se medita.
6 comentarios so far
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Eres un gran maestro 🙂
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Comentarios por Maikeru Tenshi 04/06/2015 @ 10:55 pm🙂
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Comentarios por Radamantis 05/06/2015 @ 9:40 amCuanta ternura 🙂
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Comentarios por kokoro75 05/06/2015 @ 10:09 amLas tres dimensiones de la realización. Ya comentarás algo de esas dimensiones.
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Comentarios por raquelsuma 05/06/2015 @ 5:30 pmEs un texto de Anadi.
Anadi sostiene que hay tres centros a despertar, no uno: consciencia, corazón y ser… Sigo leyendo… 😀
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Comentarios por 道 05/06/2015 @ 5:34 pmEl gato sin botas i els peus de gat
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Comentarios por kobo 12/08/2015 @ 3:18 pm