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Paseaban por la ciudad un maestro con un novicio. Este preguntó.
– Sensei, en el camino del bodhisattva, de las paramitas (perfecciones) la primera es la generosidad (Dāna) pero ¿cómo se puede ser perfectamente generoso? Aquel que da limosnas espera mejorar su karma y renacer en el cielo, el vecino ayuda al vecino para recibir el mismo trato o para que su reputación mejore, aunque sólo sea por unas gracias o un reconocimiento ¿dónde está la generosidad pura si todo el mundo espera algo a cambio de sus actos?
– Ves esa anciana, cada dia sale de madrugada a la calle para llevar comida a los gatos callejeros. Son gente pobre y su marido la riñe a menudo por ese desfilfarro. Los vecinos la odian pues afirman que con su actitud atrae animales con enfermedades y que molestan. Ninguna religión jamás le reconocerá mérito alguno por ese acto y ella lo sabe. De los mismos gatos no puede esperar nada, si intentara apenas una caricia con suerte huirían aunque una arañazo tampoco puede descartarse.
– Entonces ¿por qué lo hace?
– Los gatos tienen hambre, eso basta.
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Dar sin esperar…
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Comentario por Daniel Riera 22/03/2011 @ 9:20 am